sábado, 29 de marzo de 2008

DescubrimientoS

un día descubrí que me gustaba caminar,

por entre los arboles en otoño, con el crujir de las hojas caducas bajo mis pies, con el sonar de las aves que en los arboles se posan, con el aroma a tierra húmeda que a cada pisada entra en mis pulmones, con la ligera brisa levantando los vellos de mi piel.

un día descubrí que habían quemado todos los arboles, que caminaba sobre los escombros, que las aves emigraban tristes hacia otro lugar, que a cada pisada la podredumbre entraba en mis pulmones, que el aire me sabia a ladrillos.

un día descubrí que ya no me gustaba caminar.

un día descubrí que me gustaba nadar,

entre las olas del mar salvaje, con la marea meciéndome cuando miraba a las nubes, con los peces alimentándose de mis células caducas, con el sabor salado en mis labios, en mi garganta, con una bocanada de aire frío cada vez que emergía penetrando dentro de mi, con la piel arrugada del frío mar.

un día descubrí que la marea se teñía de negro, que las olas dejaban de existir, que la luz no penetraba por la sucia superficie, que los peces se mecían panza arriba hacia la orilla, bocanadas de petróleo entraban por sus bocas, por sus branquias, que delfines se chocaban contra los barcos hasta quedar inconscientes, vencidos.

un día descubrí que ya no me gustaba nadar.

un día descubrí que me gustaba volar,

sentir lo que era tener alas, controlar mi cuerpo entre las nubes, viajar con las aves por entre los aires, mirar la pequeñez del hombre, mirar la grandeza de la tierra, y del mar, caer en picado, rozar el suelo, y levantarme hasta las nubes de nuevo.

un día descubrí que las nubes se habían convertido en humo, que ya no veía el suelo, que mis compañeros de viaje no estaban, que ya no veía el sol, ni la luna, que mis caídas en picado acababan contra el duro cemento.

un día descubrí que ya no me gustaba volar.

un día descubrí que me gustaba escalar montañas,

llegar a la cima y sentarme a contemplar, mirar hacia la tierra, hacia el mar y hacia el aire, y ver en lo que se habían convertido, con lágrimas que caían de mis ojos, que resbalaban por las piedras, montaña abajo, que se convertían en un río, en cuyas aguas nacían peces, en cuyos margenes empezaban a crecer flores, y a llegar mariposas, y a venir pájaros, que creaban arboles para sus nidos, arboles que purificaban el aire, y a acercarse animales a beber de mis lágrimas.

un día descubrí que iría de montaña en montaña, a derramar lágrimas, a crear ríos de vida.

un día descubrí que me encantaba estar en la cima de las montañas.

2 comentarios:

OscaR J. dijo...

de OscaR al chaval de las 3000.

Rocio dijo...

Tacompaño feucio, con tu napia bonita adorná!!!!!!!!!
;P
:)
:************